Existen numerosas técnicas de yoga para aprender y entrenar, será que tenemos que entrenarlas todas?
Al comienzo de la relación con la práctica de Yoga, y aún después de haber transcurrido bastante tiempo, es frecuente que el practicante se sienta medio perdido y desconcertado, debido a que no tiene bien claro cuál es el propósito de aprender todas esas técnicas asociadas a una idea un poco vaga de autorealización o iluminación.
En este artículo no me voy a sumergir en cuál es el objetivo último del yoga, pero sí voy a “tejer” algunas reflexiones sobre la diferencia entre técnica y destreza o competencia, tema que me parece menos obvio para los practicantes y que puede generar alguna confusión cuando se ignora.
No es muy complicado entender que existe una sustancial diferencia entre la capacidad de utilizar una competencia, y los métodos y las técnicas utilizadas para aprender y progresar.Técnicas y competencias, aunque están íntimamente ligadas, sirven a propósitos muy diferentes.
Es sencillo entender que un pintor debe saber utilizar diferentes pinceles, mezclar colores, tener nociones de encuadre, saber trabajar sobre diversos materiales y tener nociones de proporciones.Fundamentalmente tiene que dominar un conjunto de técnicas para que algo pueda manifestarse a partir de su imaginación creativa.
Lo que se espera de quién pretende llamarse Pintor, es que, con la utilización y estudio de las técnicas y materiales específicos, desarrolle la destreza y competencia para expresar su propia forma de pintar, en definitiva, volverse un artista.
Una vez desarrollada esta competencia -“Pintor”-, hasta con un rudimentario pincel y algún papel de periódico podrá hacer arte. Por el contrario, cuando esa competencia no se desarrolla, puede quedarse confundido y maravillado con la diversidad de pinceles que puede manipular, la multiplicidad de tubos de tinta que puede usar, los fantásticos caballetes y telas con los que podrá trabajar, y porque no, ya de paso, perderse en sí mismo y con los modelos que pretende pintar.
Para este utilizador y consumidor de materiales de pintura, aquella aquel despunte de genialidad que un arte desarrolla, le pasa justo al lado. Confunde la hipotética noche bohemia de los artistas y la capacidad de disertar teóricamente sobre historia del arte, con el acto creativo de pintar. La mayoría de las veces, ni siquiera tiene consciencia de su total falta de vocación para el arte de pintar.
Ante esto, podemos afirmar que todas las técnicas tienen un propósito, son herramientas que posibilitan adquirir determinadas capacidades y competencias, pero no deben ser confundidas con las competencias que potencializan.
Vamos con ejemplos concretos dentro del mundo del Yoga.
Las técnicas de Yoganidra tienen como uno de los objetivos, permitir al estudiante la adquisición de la competencia de relajar el cuerpo de forma inmediata, en cualquier circunstancia en que sea necesario.
El éxito reside en la repetición perseverante de las técnicas de Yoganidra. La capacidad de dominar por propia voluntad del proceso de relajación, se va integrando eficazmente en el practicante por su experiencia vivida, que tiene origen en la repetición continua de las técnicas de yoganidra.
Es debido a la práctica constante de estas técnicas, que se desarrolla gradualmente la capacidad creciente de relajar el cuerpo sin necesidad de utilizar una técnica específica. Pero no podemos olvidar, que esa capacidad sólo se obtiene con el entrenamiento repetido de la práctica de las técnicas específicas de yoganidra.
Sin embargo, hemos de tener el cuidado de no alienarnos en el exclusivo aprendizaje y entrenamiento de estas técnicas, perdiendo de vista que la capacidad o competencia básica que se obtiene por el entrenamiento de yoganidra, es saber cómo relajar directa e inmediatamente de acuerdo con nuestra propia voluntad, cada vez que sea necesario.
Por parte del practicante, la práctica de ásana tiene como objetivo, la adquisición de la capacidad específica para permanecer de forma firme y confortable, por tiempo indeterminado, en una postura (ásana) sentada.
Para ello, naturalmente, el practicante debe dedicarse al entrenamiento de los diversos grupos de ásana con determinación y empeño, con la intención de desintoxicar el cuerpo, permitiendo que éste se vuelva fuerte, flexible y resistente. Así, el prana circula de forma armoniosa y la consciencia puede penetrar y envolver inteligentemente el cuerpo desde su periferia hasta las zonas más internas, profundas y sutiles.
En este proceso de entrenamiento, se desarrolla el aprendizaje de diversos ásana, con un número sin fin de ajustes de pies, piernas, brazos, manos, columna vertebral, cuello y cabeza, así como también se desarrolla la inteligencia en la utilización de materiales específicos como soporte al natural progreso y desarrollo de estas técnicas. Con soporte, el practicante desarrolla su natural capacidad de ajustar la postura sentada (ásana) y quedar firme y confortable, sin necesitar prácticas preliminares.
La confusión en la práctica de las técnicas de ásana está relacionada, en gran parte, con la ilusoria sensación de poder y fascinación narcisista que esta práctica puede agrabar en algunos practicantes, confundiendo la ejecución de estas técnicas con alguna actividad circense, gimnasia contorsionista o exhibicionismo esotérico.
Tampoco aquí podemos perder la noción de que todos los métodos posibles de abordar los ásana, ajustes y utilización de materiales, tiene el único propósito de desarrollar la particular competencia para permanecer sentado en un ásana firme y confortable por tiempo indeterminado, de forma directa e inmediata.
En relación a las técnicas de pránáyáma:
El entrenamiento de estas técnicas tiene su principio y final con la presencia continua de la consciencia de principio a fin de todo el proceso respiratorio. Pero primero es necesario aprender a observar minuciosamente las características dinámicas y estáticas de la respiración, si es rápida o lenta, superficial o profunda, entrecortada o continua, etc.
La técnica básica de pránáyáma “Ujjayi” regula el flujo de la respiración, permitiendo que ésta no tenga pausas y deje de ser irregular, inestable y caótica. En este proceso se produce una profunda revitalización física, mental y emocional.
Existen muchas técnicas de pránáyáma, pero todas tienen el mismo objetivo: revitalizar y tranquilizar la respiración y los sistemas que están asociados a la misma.
El entrenamiento metódico de estas técnicas, desarrolla la capacidad de respirar de forma más consciente y tranquila, con el máximo de eficiencia y el mínimo gasto energético. Pero agotar nuestra paciencia con horas y horas, entrenando diversas y variadas técnicas de pránáyáma no es un objetivo.
La competencia que el practicante debe desarrollar con el entrenamiento de pránáyáma es la sutileza de la atención consciente, que trasciende al propio proceso más rudimentario de la respiración y se focaliza en la energía sutil y en su conexión al flujo de la actividad mental. Estar consciente de la respiración con este nivel de refinamiento es la competencia particular a desarrollar con el pránáyáma.
Finalmente, podemos reflexionar sobre la ecuanimidad “Vairagya”
La ecuanimidad “Vairagya” es una competencia. Es la capacidad de permanecer inalterado e imperturbable durante la práctica de yoga y, principalmente, ante todos los desafíos de la vida cotidiana. Requiere la base interior sólida de competencias desarrolladas por las técnicas mencionadas anteriormente.
Significa que, ante un pensamiento o situación interpretada por nuestra escala interna de valores y programa mental como adversa, mala o incómoda, el yoguin permanece tranquilo, sin alterarse o incomodarse.
De la misma forma, si los pensamientos o situaciones pueden ser interpretadas como buenas, el yoguin tiene la capacidad de permanecer tranquilo, sin caer en un innecesario y excesivo entusiasmo u orgullo.
Permanecer en ecuanimidad no significa simular un estado de calma imperturbable o de aceptación incondicional, que también puede astutamente entrenarse. O lo que es peor aún, quedar mentalmente infantilizado por la “no violencia New Age”, huir al campo porque la ciudad es la fuente de todos los desequilibrios y suspirar –con caritas sonrosadas y ropas de lino- por el alma de todas las hormiguitas aplastadas por el natural acto de locomoción pedestre.
Esta capacidad de permanecer imperturbable, tampoco significa ser indiferente, pero sí estar en un profundo equilibrio interior.
La ecuanimidad que se obtiene con el tiempo y la práctica regular, tampoco quiere decir que se está desprovisto de emociones. Peso sí que las respuestas emocionales se diluyen más rápidamente porque el yoguin es capaz de hacer los ajustes y cambios necesarios rápidamente.
Cultivar la ecuanimidad de “Vairagya” es un proceso que se instala en el yoguin por etapas. Es importante observar cómo se desarrolla esta competencia con el tiempo y la práctica regular y continua, para no crearse falsas expectativas, como presuponer que esa ecuanimidad se puede conseguir en 10 días de retiro en silencio, con rituales y ropas hindúes, o de un día para otro con alguna técnica mágica.
Aprender a permanecer imperturbable, cultivando “Vairagya”, es una competencia que sucede con el entrenamiento de las técnicas anteriormente mencionadas y con las técnicas de interiorización “samyama”.
Vairagya” es por lo tanto una competencia que todos los practicantes deben desarrollar.
Resumiendo, en el Arte del Yoga, todas las técnicas practicadas tienen como fin desarrollar determinadas capacidades y competencia en el practicante.
Con la utilización y la práctica continuada de las técnicas correctas de Yoga, se obtiene un profundo estado de interiorización que permite que emerja nuestro Self (ser interior).
Las técnicas en sí no tienen valor alguno. Lo que verdaderamente importa es que son un valioso instrumento para desarrollar y cultivar, en el practicante, todas las capacidades que le son inherentes.
Lo que es fundamental para el practicante de yoga, son las competencias y capacidades adquiridas con la práctica continua y perseverante, no las simples técnicas utilizadas en ese proceso.
Siendo claro, el objetivo del practicante será aprender, cultivar y desarrollar determinadas capacidades y competencias, y no sólo entrenar técnicas y más técnicas para, simplemente, convertirse en un experto de marketing de técnicas físicas o filosóficas, que por sí solas no tienen ninguna utilidad. Las técnicas son importantes y extremadamente útiles, pero lo que es fundamental es la competencia que pretenden desarrollar en el practicante.
En definitiva, una de las perversiones que podemos observar, resultante de la enseñanza de yoga en occidente, es la facilidad con que los practicantes confunden el aprendizaje de las técnicas con el objetivo de las mismas. Es decir, van entrenando técnicas y más técnicas de las más variadas escuelas y movimientos, convencidos de que con más y más variadas técnicas quedarán con alguna competencia en el Arte del Yoga.
Otro de los grandes equívocos es la actitud compulsiva de coleccionar diplomas de profesor de yoga.
En realidad, cualquier escuela seria de yoga, pretende que en el transcurrir de su curso de formación de profesores, el estudiante desarrolle la difícil competencia de enseñar yoga.
Una vez más surge la confusión entre las técnicas y las competencias. Los cursos de nada sirven cuando no se nutre y desarrolla la ardua e intrincada competencia de enseñar yoga.
Para terminar, paso a mencionar que continúo maravillado con la fantástica e intrigante simplicidad del Yoga, revelada en el momento en que nuestra mente aprende que, a pesar de las incontables y complejas técnicas que tenemos a disposición para entrenar, el Yoga pretende desarrollar en el practicante muy pocas competencias.