Observaba el mar a lo lejos, con el sol penetrándome en la piel suavemente, cuando se levantó una ligera y fresca brisa.
Y fue en ese momento cuando, una vez más, valoré mi capacidad de “airear” la existencia. Es un ejercicio que lleva tiempo cultivarlo, pero que tiene grandes compensaciones.
Airear la existencia es dejar para siempre, perdida en el espacio, la aburrida y rutinaria vida de la zona de confort.
Es tener la capacidad de transformar nuestra vida en una aventura, vivir todos los momentos de forma genuina.
Cuando descubrimos el arte de airear la existencia, lo que los otros esperan de nosotros y piensan de nuestra forma de vivir se vuelve totalmente irrelevante. Nunca más será un obstáculo para que sintamos el placer de estar vivos o la consciencia de que somos seres únicos y singulares, para quienes el sol nace todos los días.
Y fue en este estado de buena disposición que decidí reflexionar nuevamente sobre los Purusharthas (los 4 objetivos de la vida) que son la base transversal de toda la espiritualidad en India y en particular del yoga.
Por naturaleza, busco siempre el lado divertido, cómico y caricaturesco de todas las situaciones, principalmente en los temas más serios y quebrantadores de la vida humana.
Creo que la buena disposición y el humor son fundamentales en la vida, sobre todo en las situaciones más difíciles y controvertidas.
Para abordar los Purusharthas es oportuno plantear previamente algunas preguntas.
¿Qué es la vida espiritual? Y ¿Cuáles son las causas de su frenética búsqueda en el exterior?
Sin duda, podemos constatar que en las dos últimas décadas, la aparición avasalladora de las modas New Age en nuestra sociedad condicionó subliminalmente la actitud y el comportamiento de los medios llamados alternativos ante la vida espiritual.
Hasta parece que, para tener vida espiritual, tenemos que pertenecer a alguna religión o movimiento esotérico, como si la vida espiritual fuese ajena a la propia existencia.
Como si los rituales de los diversos movimientos, religiones y gurus fuesen el único medio posible de validar la espiritualidad de nuestra existencia como seres humanos.
¿Qué confusiones podemos observar?
En el mundo del yoga occidental, la importación de las opciones religiosas particulares de los maestros indianos ha sido francamente divertida.
Observar a los estudiantes occidentales muy serios y “condenados” a cantar mantras, hacer reverencias y rituales pomposos, postrándose de rodillas con las manos en el pecho delante de estatuas de Shiva, Patãnjali y otras divinidades del universo hindú, es como mínimo surrealista y revela cuán perdidos andamos en la búsqueda de nuestra vida espiritual.
Pero tengo que estar de acuerdo en que, una luminosidad apropiada, unos inciensos para quemar, todo rematado con una sonrisa eterna, comprensiva y atractiva de quien conduce la práctica en estas atmósferas pseudo místicas, es la receta adecuada para intimidar a quienes llegan ingenuamente a estos movimientos, para ceder a la presión del grupo, silenciando en los menos valientes las campanas de alarma dentro de sus cabezas.
¿Y será que comprenden o se cuestionan por qué razón participan en esos rituales antes de las clases de yoga?
Admito que en India, tierra de yoga y Shangri-La, de todos los misticismos que pueblan la cabeza de los europeos, y en el contexto de una escuela dirigida por un Maestro reconocido, por una cuestión de respeto por la tradición y educación, se deba seguir el protocolo de la escuela.
Pero transportar eso a los estudios de yoga en las ciudades, barrios y pueblos de occidente, provoca una sensación extraña, una cierta comezón en la piel a quien tiene un resquicio de salud mental.
Usando las enseñanzas de maestros de reconocido e inequívoco valor, el Maestro Krisnamacharia tuvo el cuidado de llamar la atención a los estudiantes occidentales para no confundir su opción dentro de los rituales de la cultura indiana con la práctica de yoga.
Pero esa llamada de atención fue olímpicamente ignorada.
Basta con visitar las llamadas “Shalas” para observar el frenesí pseudo místico con el que adornan el local de desarrollo de la sadhana (práctica).
Tal vez para quien haya estado en India, la reproducción de esos rituales tenga algún sentido y provoque una nostalgia de un momento de la vida en el que se envolvieron con el descubrimiento de otra cultura.
Yo mismo tengo que confesar que, en los años 80, después de algunos viajes a India, tenía la casa llena de paños, yantras y artículos indianos. Pero eso sucedía exclusivamente en mi vida privada.
Hoy en día, no deja de ser hilarante ver como algunos profesores de yoga, para darse aires de importancia y seriedad, se visten con ropa indianas y se colocan una señal roja entre las cejas.
Lo triste de la cuestión es que algunos son realmente excelentes profesores y excelentes seres humanos. No necesitaban ayuda de esta fantasía estúpida para darse valor.
Lo verdaderamente cómico y ridículo es percibir que, por lo general, no tienen la más mínima idea del significado del punto rojo entre las cejas.
Tradicionalmente en la cultura indiana, el punto rojo entre las cejas (Bindi) hecho con sulfato de mercurio, simboliza la fuerza femenina (Shakti) y es considerado el símbolo del matrimonio. Por eso las viudas y mujeres solteras no lo usan (esto para quienes pretenden respetar las normas de la tradición indiana).
Con la banalización de la cultura de la India, pasó a ser un símbolo meramente decorativo para dar un aire esotérico. Y para rematar ese lado burdo de su utilización, existe una leyenda que dice: las concubinas usan el Bindi porque creen que ese tercer ojo las ayuda en las artes de la seducción.
Actualmente parece que todos quieren comprar un pasaporte rápido hacia la espiritualidad y que la vida espiritual surge por volvernos Shantis y andar con un sticky mat al hombro y pasear del centro de yoga al shala y del shala al centro de yoga.
No sé si por algún motivo oculto, el concepto pragmático de los Purusharthas está muy poco difundido entre los movimientos de yoga.
Su comprensión y estudio podría advertir sobre numerosos equívocos en la comprensión de la vida espiritual.
Tal vez el estudio del pragmatismo de los Purusharthas eliminaría el ímpetu shanti que algunos practicantes utilizan como disculpa para sus insuficientes y rudimentarias capacidades emocionales, sociales y profesionales, y para liberarse de sus naturales responsabilidades huyendo al campo en la búsqueda utópica del Shangri-La de la madre Gaia.
Un porcentaje abrumador de estos alternativos regresan a los medios urbanos, años después, en situaciones precarias, solicitando el amparo logístico y económico de los padres, familia y antiguos amigos, deseando mantenerse sin orden ni concierto (update) en un mundo que, durante su ausencia, siguió adelante.
Al final, la escena de abrazar árboles y hacer salutaciones al sol en las eras de maíz, no era tan romántica como imaginaban.
Descubren, estupefactos, que la escena Shanti de los mojes budistas al abrazar y pasear con tigres, así como su poder para domesticarlos con la mente, era una falacia.
Al final, los bichos estaban todos drogados y los monjes se enriquecían con el comercio de la carne y de las pieles de los pobres tigres.
Esto sin olvidar el desgraciado matadero donde descuartizaban a los bichos adultos y a las crías, dentro del propio monasterio.
Otros alternativos continúan por allá, con la autosuficiencia de la contribución de los padres y amigos.
Más debo decir que sólo un número irrisorio consigue mantener proyectos verdaderamente sustentables y ejemplares para la salud y el equilibrio de nuestro planeta, tal vez por entender, inconscientemente o no, la aplicación de los Purusharthas.
Pero vamos ahora al tema propuesto.
Los cuatro objetivos de la vida – Purusharthas
De acuerdo con la perspectiva de la cultura y filosofía práctica de vida en India, en la cual el yoga se expresa, la existencia del hombre (PURUSHA) tiene cuatro objetivos (ardha) y no se completa hasta que los cuatro sean desarrollados, vividos y realizados.
Si alguno de los tres primeros fuera ignorado, la realización estaría irremediablemente comprometida.
Los cuatro objetivos son los siguientes:
- Dharma – significa ley en el sentido amplio de alcanzar la autorrealización, así como la vida que es vivida de acuerdo con la ley, ya sea ésta establecida por estatutos o por la ley universal. En ese sentido, es el camino de la justicia, la forma correcta, el conocimiento del comportamiento adecuado a las circunstancias envolventes, lo que es considerado decente o apropiado, virtud, deber, el esfuerzo del hombre para ser y comprender lo que él mismo es, coraje, honestidad y tolerancia para navegar entre el contexto de las leyes de la sociedad y las leyes universales.
- Artha – significa salud, éxito, familia, adquisición de bienes materiales, autorrealización en el mundo social y profesional. Designa la causa, el motivo del desarrollo económico, prosperidad material. Artha significa también el desarrollo de las capacidades para la conquista de la materia, no sólo en el sentido ordinario de adquirir bienes, sino en el sentido de usar la materia como instrumento inteligente de la evolución espiritual. Hacer uso de las posesiones, sin confundirse con ellas. De esta forma valoramos el trabajo y comprendemos que las ganancias y las pérdidas son inherentes a la vida.
- Kama – Placer, sexualidad, deleite en todas sus formas, la autorrealización a nivel sensual y sensorial. Considerado imprescindible para el equilibrio y desarrollo espiritual.
- Moksha – Liberación total de las corrientes de la existencia, autorrealización espiritual.
El practicante debe tener siempre presente en la mente estos cuatro principios. Si es negligente con alguno de los aspectos, es probable que no tenga éxito en los otros.
(Como la miel es a la esencia de la flor, el placer es a la realización del deseo.
Virtud, salud y placer deben buscarse en conjunto.
Aquel que busca sólo uno de los tres es indigno, aquel que busca dos es mediocre.
El mejor es el que busca los tres) Mahabharata
Permanezca atento, en los próximos artículos vamos a profundizar en cada uno de los Purusharthas.
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